No tenemos en cuenta que lo que subimos a la red se queda ahí para siempre y para todos.
En efecto, hay personas que diariamente están compartiendo sus datos personales, gustos, preferencias, amistades, vicios, incluso delitos (algunos publican sus vídeos conduciendo a 200 km/h).
Estas personas se olvidan que esa información queda publicada de por vida y que en cualquier momento puede perjudicarle o ser utilizada en su contra. Muchas empresas realizan estudios en los perfiles sociales de sus candidatos de empleo antes de contratarlos y muy pronto muchas entidades bancarias lo tendrán en cuenta hasta para concedernos un préstamo. Hacienda también está tirando de redes sociales para descubrir a todos aquellos que están viviendo por encima de «sus ingresos»…
Una publicación desafortunada, aunque sea borrada segundos después, puede ser capturada y redifundida por terceros y tener una trascendencia importante.