Normalmente, el IRS se opone firmemente a las deducciones por los gastos de viaje entre la casa y el trabajo. La agencia considera esos gastos como gastos personales no deducibles, no importa cuán necesarios sean. No hay ninguna diferencia si el lugar de trabajo de una persona se encuentra en un área remota que no cuente con servicio de transporte público o si la discapacidad o la enfermedad impiden el uso del transporte público.
Este duro enfoque se puso de relieve en un fallo que denegó las deducciones por los gastos de taxi necesarias para transportar a una persona físicamente discapacitada al trabajo y de regreso. Del mismo modo, no se pueden hacer deducciones por el mero hecho de que una persona necesite un coche para ir al trabajo más rápidamente o en caso de emergencia.
Estas restricciones de desplazamiento también eliminan la deducción de los pagos para compartir el coche, tanto si cada miembro toma un turno para conducir su propio coche como si sólo uno hace toda la conducción. Por otro lado, no es necesario informar de los pagos de los pasajeros a menos que excedan sus gastos.
¿Es posible eludir estas restricciones si se hacen llamadas a clientes o socios comerciales, o se mantienen conversaciones de negocios mientras se va al trabajo? El IRS dice que eso no transforma los viajes de ida y vuelta en negocios.
La agencia hace algunas excepciones a su prohibición general de deducciones por gastos de viaje. Una de esas excepciones autoriza una medida limitada de alivio para alguien que necesita transportar herramientas o equipos voluminosos que no pueden ir en un coche. Se le permite deducir los costos adicionales por el transporte de equipo, como el cargo por el alquiler de un remolque que es remolcado por su auto. Los costos del auto, sin embargo, siguen siendo gastos de viaje no deducibles.
El Tribunal Fiscal estuvo de acuerdo con el IRS en que la excepción de los costos adicionales no podía ser invocada por una profesora universitaria que condujo desde su casa en el condado suburbano de Westchester en Nueva York a su trabajo en la ciudad de Nueva York. La maestra usó su auto para transportar libros y otros materiales necesarios para enseñar sus clases, ya que la universidad no proporcionaba instalaciones de almacenamiento.
En los días de enseñanza, salía de casa al mediodía y de la escuela a las 10 de la noche, y el viaje de ida y vuelta era de una hora. Un viaje en transporte público hubiera significado una caminata de tres cuadras hasta una parada de autobús, un viaje en autobús de 10 a 30 minutos hasta una estación de tren, un viaje en tren desde la estación suburbana hasta la Grand Central Station en la ciudad de Nueva York, y un paseo a pie o en taxi de 12 cuadras hasta la universidad – en total, un viaje de ida de unos 90 minutos.
A su regreso para el año en cuestión, la profesora reclamó unos llamativos 7.500 dólares para gastos de coche.
Este conjunto de hechos llevó a la corte a concluir que la maestra se habría puesto al volante aunque no hubiera sido necesario que transportara sus libros. El tribunal citó los viernes, cuando todavía conducía, aunque no tenía clases y venía sólo para asistir a reuniones o para ocuparse de otras tareas que no fueran la enseñanza.
Por lo tanto, llevar los libros no le causó costos adicionales.
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