¿Esta foto te recuerda la última clase de educación física a la que asististe?
Es esa época del año otra vez… CPE. Siempre tengo dificultades para mantenerme despierto durante un maratón de CPE de ocho horas. Supongo que debería descomponerme y comprar un teléfono celular, o llevar un periódico a la clase de CPE y leerlo para mantenerme despierto, pero como estas clases de CPE me cuestan varios cientos de dólares, siento que me estaría jodiendo a mí mismo al no tratar de aprender algo de ellas. No hace falta decir que aprendo muy poco mientras asisto a ellas.

Aquí en Connecticut, se le coloca en una gran sala con cientos de otros CPA, se le da material muy técnico de cientos de páginas, y se espera que absorba su contenido en 50 minutos. Debo ser retrasado porque mientras estoy en la página 3 del manual del curso, el instructor y la clase están en la página 30. Sospecho que Evelyn Wood es un mito como Dale Carnegie. Nunca gané ningún amigo e influí en la gente que lee sus libros: Me acaban de desplumar.
¿Y no te encantan esos cursos de CPE en línea en los que te dan 538 páginas de material pero sólo ganas ocho míseros créditos por leerlos? ¿Los contadores públicos realmente leen esas 538 páginas, o miran las preguntas del examen y escudriñan el material en busca de las respuestas?
Tal vez sea hora de repensar el requisito de CPE. Todos pasamos horas investigando temas de impuestos y auditoría. Nos suscribimos a libros de impuestos y atestiguamos materiales de referencia. ¿Y qué hay de todas esas incontables horas dedicadas a la investigación de cuestiones técnicas que presentan nuestros clientes? ¿No constituyen esas muchas horas una legítima educación continua?
Mi propuesta es eliminar un requisito que beneficia en gran medida a los patrocinadores de estos cursos. Si nosotros, como contadores públicos, no estamos llevando a cabo la educación continua como parte de nuestra profesión, afrontémoslo, no estaremos en el negocio por mucho tiempo: o nos demandarán por negligencia o nuestros clientes pensarán que somos kluzes.
No hay nada más tonto que pagar cientos y cientos de dólares cada año por cursos donde, francamente, aprendemos poco, si es que aprendemos algo.
El Contador Descalzo